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miércoles, 21 de marzo de 2018

Nuestro hogar y las mascotas







En los meses que había pasado sin Linda yo me había informado mucho sobre perros, y por tanto, había hecho algunos buenos amigos en el mundo del adiestramiento canino y su psicología.
Recurrí a todas mis fuentes para informarme a fondo sobre cómo traer al mundo a esos bebés, preparando el paritorio (la estancia donde ella daría a luz) y disponiendo los cuencos donde irían la comida y el agua en abundancia.
Entre tanto, me aseguré de hacer que Linda se sintiera bienvenida y a salvo de nuevo en casa. La lavé y alimenté debidamente, por ella y por sus cachorros.
En seguida quiso volver a sus antiguas costumbres. Quería comer cuando le apetecía, hacer sus cosas donde quisiera y mordisquear mis zapatos como había hecho antes de su escapada.
Pero yo ya no era el mismo, no. Y a partir de que volvió a mi vida comencé a indicarle cómo debía portarse, qué cosas no podía hacer y cuáles eran correctas.
Lo primero que hice fue enseñarle a responder cuando la llamara. Con el método adecuado (orden y recompensa) descubrí que Linda no solo era alegre y enérgica, sino que también era muy, muy inteligente. Aprendió a venir cuando la llamaba con solo tres intentos. Al tercer día ya venía sin dilación en cualquier parte de la casa.
Es algo que he visto que pasa a muchos propietarios: no son conscientes de la gran inteligencia de sus perros. Los caninos son muy inteligentes, pero nosotros, como humanos, muchas veces no sabemos encontrar ese intelecto y aprovecharlo para enseñarles. Pero gracias a mi investigación lo conseguí.
En el transcurso de las siguientes semanas, mientras avanzaba su embarazo, también avanzó su adiestramiento. Dejó de tirar de la correa durante el paseo, aprendió a esperar su hora de comer y dónde podía hacer sus necesidades, dejó de morder mis zapatos para dedicarse a roer sus juguetes especiales.


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